
SIGUE LA MUERTE
De Jaime Sabines
1
No digamos la palabra del canto,
cantemos. Alrededor de los huesos,
en los panteones, cantemos.
Al lado de los agonizantes,
de las parturientas, de los quebrados, de los presos,
de los trabajadores, cantemos.
Bailemos, bebamos, violemos.
Ronda del fuego, círculo de sombras,
con los brazos en alto, que la muerte llega.
Encerrados ahora en el ataúd del aire,
hijos de la locura, caminemos
en torno de los esqueletos.
Es blanda y dulce como una cama con mujer.
Lloremos.
Cantemos: la muerte, la muerte, la muerte,
hija de puta, viene.
La tengo aquí, me sube, me agarra
por dentro.
Como un esperma contenido,
como un vino enfermo.
Por los ahorcados lloremos,
por los curas, por los limpiabotas,
por las ceras de los hospitales,
por los sin oficio y los cantantes.
Lloremos por mí,
el más feliz, ay, lloremos.
Lloremos un barril de lágrimas.
Con un montón de ojos lloremos.
Que el mundo sepa que lloramos aquí
por el amor crucificado y las vírgenes,
por nuestra hambre de Dios
(¡pequeño Dios el hombre!)
y por los riñones del domingo.
Lloremos llanto clásico, bailando,
riendo con la boca mojada de lágrimas.
Que el mundo sepa que sabemos ser trágicos.
Lloremos por el polvo
y por la muerte de la rosa en las manos de los mendigos.
Yo, el último, os invito
a bailar sobre el cráneo del tiempo.
¡De dos en dos los muertos!
Al tambor, a la Luna,
al compás del viento.
¡A cogerse las manos, sepultureros!
Gloria del hombre vivo:
¡espacio para el miedo que va a bailar la danza que bailemos!
Tranca la tranca,
con la musiquilla del concierto
¡qué fácil es bailar remuerto!
2
¿Vamos a seguir con el cuento del canto y de la risa?
¡Ojos de sombra, corazón de ciego!
Pirámides de huesos se derrumban,
la madre hace los muertos.
Aremos los panteones y sembremos.
Trigo de muerto, pan de cada día,
en nuestra boca coja saliva.
(Moneda de los muertos sucia y salada,
en mi lengua hace de hostia petrificada.)
Hay que ver florecer en los jardines
piernas y espaldas entre arroyos de orines.
Cráneos con sus helechos, dientes violetas,
margaritas en las caderas de los poetas.
Que en medio de este cante
el loco pájaro gigante,
aleluya en el ala del vuelo,
aleluya por el cielo.
¡De pie, esqueletos!
Tenemos las sonrisas por amuletos.
¡Entremos a la danza,
en las cuencas los ojos de la esperanza!
3
Hay que mirar los niños en la flor de la muerte
floreciendo.
Luz untada en los pétalos nocturnos de la muerte.
Hay que mirar los ojos de los ancianos
mansamente encendidos, ardiendo en el aceite
votivo de la muerte.
Hay que mirar los pechos de las vírgenes
delgados de leche
amamantando las crías de la muerte.
Hay que mirar, tocar, brazos y piernas,
bocas mejillas, vientres
deshaciéndose en el ácido de la muerte.
Novias y madres caen,
se derrumban hermanos silenciosamente
en el pozo de la muerte.
Ejército de ciegos,
uno tras otro, de repente,
metiendo el pie en el hoyo de la muerte.
4
Acude, sombra, al sitio en que la muerte
nos espera.
Asiste, llanto, visitante negro.
Agujas en los ojos, dedos en la garganta,
brazos de pesadumbre sofocando el pecho.
La desgracia ha barrido el lugar
y ha cercado el lamento.
Coros de ruinas organiza el viento.
Viudos pasan y huérfanos,
y mujeres sin hombre,
y madres arrancadas, con la raíz al aire,
y todos en silencio.
Asiste, hermano, padre,
ven conmigo, ternura de perro.
Mi amor sale como el sol diariamente.
Cortemos la fruta del árbol negro,
bebamos el agua del río negro,
respiremos el aire negro.
No pasa, no sucede, no hablar del tiempo.
Esto ha de ser, no sé, esto es el fuego
-no brasa, no llama, no ceniza-
fuego sin rostro, negro.
Deja que me arranquen uno a uno los dedos
después la mano, el brazo,
que me arranquen el cuerpo,
que me busquen inútilmente negro.
Vamos, acude, llama, congrega
tu rebaño, muerte, tu pequeño
rebaño del día, enciérralo en tu puño,
aprisco de sueño.
Dejo en ti, madre nuestra,
en ti me dejo.
Gota perpetua,
bautizo verdadero,en ti, inicial, final, estoy, me quedo.
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ANÁLISIS
(TÓPICOS, ARGUMENTOS, FIGURAS)
POR: JUDITH JULIETA
Sí, después de esto (la vida), sigue la muerte… una muerte que Sabines interpreta y compara con el árbol, el río y el aire negro, pero también como una gota perpetua y como el bautizo verdadero, perífrasis que llevan a comprender una y otra vez que todo esto que es previo a la muerte, funciona de igual manera para todos, es decir, que sirviéndose del tópico medieval de la muerte igualadora se deja en pleno que agonizantes, parturientas, quebrados, presos, curas, limpiabotas y hasta los sin oficio, englobándolos irónicamente a todos en lo que él llama el ejército de los ciegos, el rebaño, acabarán en igualdad de circunstancias frente a la muerte, no sólo en el acto de llegar a ella, sino también por los eventos que la rodean. Eventos que son ilustrados por el autor, con el uso de la figura retórica del oxímoron (Ej. Lloremos por mí,/el más feliz, ay, lloremos.), exaltando sobre todo, el afecto mediante la continua formulación de tropos sinestésicos (Ej. Hay que mirar los ojos de los ancianos/mansamente encendidos, ardiendo en el aceite/votivo de la muerte; Ej. Es blanda y dulce como una cama con mujer) para aludir directamente a las emociones y poner en primer término, la atención del lector, al tiempo que juega con la dirección del discurso, hablándole no sólo a éste último, sino determinando una interrupción a la mitad de su diálogo para llamar a la propia muerte, es decir, hace una apóstrofe al no presente, a la alegoría de los esqueletos (Ej. ¡De pie, esqueletos!).
No pasa, no sucede, no hablar del tiempo./Esto ha de ser, no sé, esto es el fuego/-no brasa, no llama, no ceniza-/fuego sin rostro, negro. De esta manera, Sabines, logra recordar (a todos, al lector) que no se olviden que han de morir (tópico Momento mori), pero al mismo tiempo, reitera que él también (Et in Arcadia ego), es el hecho de enfatizar que aunque no sepas cuando ni como ni donde con una certeza absoluta, tal como Heráclito lo dice: “Nada es permanente a excepción del cambio”, se agregaría que tampoco el saber que la muerte no dejará, jamás, de ser parte de la vida.
Sin reservas, el autor se encarga no de suavizar, pero sí de renombrar y evidenciar con diversas alegorías (Ej. huesos, esqueletos, negro) para dar entrada con esto, a un discurso que resalta en muchos casos al efecto de la muerte con aires irónicos. La ironía empleada como un recurso para evadir o soslayar el dolor y el sufrimiento (naturales) que provoca la pérdida, el hecho de dejar perpetuamente de ver y de ser visto, Sabines por tanto, prefiere que el lamento se convierta en festejo (Ej. cantemos, bailemos, bebamos, violemos), y el llanto sea canto y sonrisas.
El tópico que Calderón propone, conocido como el Mundo como teatro es empleado como parte de la formación semántica de una paradoja respecto de las posiciones contrarias ante la muerte, es decir, el hecho de ocultar a la vez que se presume, de llorar a la vez que se ríe, del lamentar a la vez que se festeja. Dicho tópico lo pone de principal manifiesto en frases como: Que el mundo sepa que lloramos aquí/por el amor crucificado y las vírgenes; Que el mundo sepa que sabemos ser trágicos. Para apoyar esto, se vuelve a hacer evidente la figura retórica de la ironía, dice: Lloremos llanto clásico, bailando/riendo con la boca mojada de lágrimas. En general, Sabines, emplea finas contradicciones y contraposiciones que, él mismo devela para darle un tono humorístico al evento, es decir, plantea el llanto como punto de partida, luego la acción de bailar como un freno o un alto al dolor, y recurre a un estado de alegría con la risa volviéndola a delatar con el estado de la tristeza dejado en las lágrimas. Es, en resumidas cuentas, un juego irónico rápido y abrupto.
Casi a manera de cántico, irónicamente maneja a la muerte valiéndose del tópico de la invocación a la naturaleza (Ver segunda estrofa, parte 2) mediante el uso de la rima (aabbccddee). En la misma estrofa, además, comienza con una analogía (Ej. moneda de los muertos sucia y salada/en mi lengua hace de hostia purificada) con el fin de crear un efecto totalmente sensitivo y diferencial de la vida con respecto de la muerte.
La exageración poética o hipérbole, no se deja mermar a lo largo del poema, y se hace presente para evidenciar dos aspectos alrededor de la muerte, el primero, las expectativas y la producción de ésta y, segundo, la forma en que se presenta y sus posibles consecuencias. (Ej. Hay que mirar los pechos de las vírgenes/ delgados de leche/amamantando las crías de la muerte; Ej. Agujas en los ojos, dedos en la garganta,/brazos de pesadumbre sofocando el pecho). Con este recurso literario y poético, se genera un ambiente casi equilibrado de lo positivo y lo negativo, de lo aceptable y lo que no lo es tanto, de un estado afectivo que va de lo maniaco(festejos y cantos) a lo depresivo (lamentos y llantos), que permite tener en cuenta que la muerte, es tan drástica y maleable como el recorrido del ser humano por la vida.
…en ti, inicial, final, estoy, me quedo. Jaime Sabines, cierra el poema con la confirmación a la que parece haber estado buscando respuesta en todo su discurso, es decir, reduce la vida a un solo momento (Vita punctum), a un único punto en el que todo parece revelarse y aun así, permanecer inesperada para muchos.
Los argumentos, no son facilitados en este poema del maestro Sabines, pero como fue posible verlo a lo largo de la presente exploración, las figuras del lenguaje permean su discurso con segura y franca acción sobre el tema de la muerte.
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JUSTIFICACIÓN
(RELACIÓN IMAGEN TEXTO)
POR: JUDITH JULIETA
El laberinto, la escalera, el túnel…
el camino que todos recorremos
y en el que todos confluimos.
No es penumbroso,
pero tampoco es posible saber que hay en él.
Es el paso por el que todos,
-el ejército de ciegos, el rebaño en el puño de la muerte-
pasa sin excepción.
Es un camino que nos iguala
en fin y trayecto,
que paradójicamente nos pone de relieve que
la muerte nos toma a todos,
y al mismo tiempo,
sólo deja oportunidad de reír al tiempo que lloras,
de lamentarte al tiempo que cantas,
de nacer cuando mueres.
El entramado plástico que aparece en la imagen es además,
el continuo que el propio Sabines,
expresa desde el título de su poema,
un continuo,
físico y espiritual.
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